Artistas



Y por fin me desperté. Recuerdo tener un fuerte dolor de la cabeza, y algo de dolor en el cuello, supongo que sería de haber estado conectado. Olvidé por completo el sueño que había tenido, estaba seguro de que con un poco más de suerte, la próxima vez lo recordaría. No era nada sencillo el adaptarte bien al sueño de un artista. Aun estaban perfeccionando la manera en la que podíamos conectarnos a ellos. Pero todo tenía un principio.

Hace siglos, la población comenzó a perder su capacidad de imaginar. Los niños no eran capaces de inventar realidades con cualquier objeto, necesitaban tener algún tipo de dispositivo que les guiara. Los adultos dejaron a un lado todo lo que no era mecánico, todo aquello que no tenía una explicación lógica, empezaron a ver el mundo en binario. La evolución humana no pasó por alto este hecho, por eso fue minando constantemente la parte del subconsciente y del cerebro que se encargaba de la imaginación. Con ello hubo un importante daño colateral, los sueños. La gente no era capaz de soñar, no podían escapar de su mundo ni siquiera por la noche. 


Sin embargo esto no le ocurrió a todo el mundo. Las personas dedicadas al mundo del arte como músicos, cineastas, escritores, pintores o escultores, eran capaces de seguir soñando. Pero el arte no era algo que aportase un gran beneficio económico a la sociedad, por lo que se les tenía como una baja clase social. Cuando los científicos se dieron cuenta de que ellos eran capaces de soñar, idearon un método por el cual se les inducía la fase REM del sueño a un artista  y justo ahí se les conectaba a otra persona a través de impulsos eléctricos para sincronizar sus sistemas límbicos, haciendo que ese sujeto compartiera los sueños mientras estaba conectado. Todo esto dio lugar a que los Conservatorios, escuelas de arte dramático o academias de cine se convierten en granjas. Los artistas estaban condenados a servir a la sociedad como un mero objeto.

Alguna gente enloquecía cuando se conectaba. No habían soñado en su vida y esos mundos sin estructura lógica, hilarantes y estrambóticos les resultaban un sinsentido. Tachaban el programa de los artistas como algo innecesario. Sin embargo para la gran mayoría de la población era un alivio. La sociedad se movía en un exacto minutaje, cada uno tenía una tarea definida e intentaba sacar el máximo provecho de su tiempo. Todo era blanco o negro, todo era binario, y ese pequeño momento en el que soñaban, les permitía moverse en el mundo de los grises, de los matices, era algo que les gustaba.


Los artistas no compartían el mismo punto de vista. Crecían pensando que se ganarían la vida en los mejores teatros, que su obra se conocería. Cuando cumplían dieciocho años salían del centro en el que se habían criado, los montaban en un coche y de ahí pasaban a  La Colmena. Ese era el lugar en el que todos estaban. Se les conectaba en un sueño eterno, en el que pasaban despiertos muy poco tiempo,   hasta que el cuerpo aguantaba.

Volviendo al inicio de lo que os cuento, me desperté. Pero no había tenido suficiente, así que fui a la pantalla de selección del próximo sueño. En ella elegí a un músico, los escritores a veces tenían sueños muy deprimentes y lentos, prefería algo más aventurero. Lo elegí joven también, los mayores solían tener sueños nostálgicos, evocando tiempos pasados y yo no era una persona a la que le gustasen los recuerdos. Me asignaron la habitación ciento veintitrés de la cuarta planta. Recuerdo entrar y solamente ver una persona tumbada con los ojos cerrados. Me tumbé a su lado y presioné el botón.

Una vez inmerso en el sueño, no conocía nada. Era una gran explanada en el desierto sobre la que había Sol a la vez llovía intensamente. Una especie de arenas movedizas se formaron en torno a mí y caí abajo. Mi cuerpo amortiguó la caída sobre una montaña de cartones y estaba en una gran ciudad con muchísima gente, uno de ellos se acercó y me preguntó mi nombre. En ese momento, al pensar mi nombre, lo entendí. “Mi nombre es artista 1234”.

Recuerdo despertar levemente de la fase REM a la que nos tenían inducidos, yo había sido escritor antes de que me trajeran a La Colmena. Fue la única vez que me desperté en los veinte años que llevo aquí.


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